domingo, 10 de julio de 2011

Invierno 2011

En la ciudad gaditana de Trebujena, a la izquierda de un camino, bordeado de margaritas y amapolas, que camina hasta salir al rio, había un melancólico lugar de tierra arcillosa y viñas dormidas al que bautizamos como la Arboleda Perdida.
Cuando por fin, allá, concluido el instante de la última tierra, cumplida su conquista, seamos uno en el hundirnos para siempre, preparado ese golfo de oscuridad abierta, irremediable, quién sabe si a la izquierda de otro nuevo camino, que como aquél también caminará hacia el rio o el mar, nos tumbaremos bajo margaritas y amapolas a recordar, a ser ya un todo de la arboleda perdida de nuestra sangre.
Y una larga memoria, de la que nunca nadie podrá tener noticia, errará escrita por los aires, definitivamente extraviada, definitivamente perdida (Adaptado de La Arboleda Perdida de R. Alberti).

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